Un reciente artículo del diario español El País puso sobre la mesa diversos antecedentes para deducir por qué los reyes de la era Habsburgo tuvieron deformaciones en sus rostros. La respuesta que surge por ahora es clara: estuvo condicionada por las relaciones sexuales dentro de la familia.
Uno de los investigadores que se interiorizó en ese caso fue el genetista español Francisco Ceballos, quien realizó un análisis al Rey Carlos II, recordado por su mandíbula saliente y haber ascendido al trono cuando sólo tenía cuatro años.
“No es sólo prognatismo mandibular (mandíbula hacia afuera). Carlos II tenía la nariz muy caída, los ojos muy caídos, los pómulos muy caídos. Tenía una deficiencia del maxilar y se le caía toda la cara”, indicó.
Lo cierto es que los Habsburgo fueron una dinastía reconocida en España por propiciar los matrimonios entre los miembros de la familia. Entre ellos destacaron relaciones entre primos o tíos con sobrinas, quienes provenían desde relaciones endogámicas entre sus padres.
“Su estrategia para dominar buena parte de Europa eran los matrimonios entre miembros emparentados de distintas familias reinantes, con sexo entre primos o incluso entre tíos y sobrinas”, sostuvo Ceballos.
Fue así como un total de 14 expertos que determinaron las características fisiológicas de los Habsburgo que los llevaron a ser considerados deformes por sus rasgos faciales, estableciendo directa relación con la endogamia que profesaron.
El ejemplo que tomaron como clave fue el de Carlos II, quien fue el último rey de esta dinastía y no dejó herencia, debido a su infertilidad.
“Los padres de Carlos II, Felipe IV y Mariana de Austria eran tío y sobrina, pero con la consanguinidad acumulada a lo largo de las generaciones era como si fuesen hermanos, como un incesto”, sostuvo el historiador Florencio Monje.
Fuente: www.biobiochile.cl